lunes, 23 de agosto de 2021

Descubrir al hijo de puta

El daño es mayor cuando el hdp está dentro

Descubrir al hijo de puta es una tarea ardua y complicada sobre todo cuando se trata de un padre, un hijo o nosotros mismos. Atención SPOILER ALERT

Érase una vez en Anatolia En Érase una vez en Anatolia, su director  Nuri Bilge Ceylan nos muestra de una manera lenta, parsimoniosa, aburrida y soporífera el descubrimiento de que uno, el protagonista, es un hijo de puta, pero tan hijo de puta que en medio de ese letargo no había caído en la cuenta de que su proceder había tenido consecuencias dramáticas.

En el Valle de Elah Los crías como angelitos y cuando crecen te das cuenta de son unas bestias pardas. El valle de Elah es donde tuvo lugar el combate de David contra Goliat. Ya no digo más.


La caja de música El director Costa Gavras hace que la gran Jessica Lange pase de abogada defensora a acusación... de su propio padre. ¡Cosas de la vida!. El ser padre, hijo o uno mismo no te libra de ser un hdp.

Vete pal carajo

Es lo que diría un cubano que son en mi opinión de todas las nacionalidades que he conocido los mejores en identificar hdp y mandarlos pal carajo. No hay de otra. Con las parejas ocurre todo el tiempo. Escuchas a tu amigo o a tu amiga hablando de su pareja y tu pensando "mándalo pal carajo" y todo es un negar la evidencia. Confundimos nuestras necesidades con el amor... todo el tiempo. Hace años la recomendación que te hacían era aguanta, trata de comprender. Hoy en día los consejos van en otra dirección: demonizan al otro y te recomiendan cortar toda comunicación con él enseguida, como se fuese un apestado. Creo que es correcto en parte, porque echarle la culpa a los demás siempre va a ocultar, a enmarañar la percepción de la responsabilidad que nosotros tenemos en los asuntos en los que nos vemos envueltos, y el amor y la amistad es de los más importantes. 

La tendencia es que en las relaciones personales las personas se comporten como consumidores, que traten de conseguir lo mejor que puedan con el dinero del que disponen. El aspecto del espacio ya no es importante. Antes, la gente aguantaba porque te tocaba vivir toda la vida en el mismo barrio, en el mismo pueblo. Las familias estaban muy entrelazadas entre si. Cuando se rompía algo generaba un montón de ruido social alrededor. La presión social era elevada mientras que ahora es la soledad lo que atenaza y causa estrés a las personas. Ahondar en el abandono, sin comprender, sin asumir que nosotros también estamos ahí es complicado

Fundación Gloria: con el desahuciado estoy mejor

Gloria es una azafata de tierra jubilada que un día decidió que iba a montar una casa de acogida para aquellos que no despertaban la solidaridad de los demás: para hombres de la calle. Esas personas horribles en su pobreza y miseria. Sospechosos de ser violentos, desestructurados, viciosos. He aquí su historia que he hecho copia pega de El País:

Gloria Iglesias, de 60 años, cuenta que ha tenido 180 hijos. No los parió ella, pero cuando 10 de ellos murieron los lloró como una madre. Les dio tantas oportunidades como solo son capaces de dar las personas de la misma sangre. E incluso algunas más, porque para cuando muchos de esos 180 hombres, la mayoría toxicómanos, entraron en su vida, la droga, las mentiras, y a veces también la vergüenza, habían roto todos sus lazos familiares. “Esta es mi familia”, asegura esta mujer menuda, exazafata de tierra para Iberia, en la casa de acogida que fundó en Madrid hace 15 años, Proyecto Gloria. “Soy la madre de todo el que entra por la puerta”. Dos intentaron matarla. Los siete con los que se ha despertado este jueves, y muchos de los que ya se han ido de la casa, darían hoy su vida por ella.

Gloria llevaba un año separada de su marido cuando creó una ONG que era ella misma. A mucha gente le costó entenderlo. Su propia madre le decía: “Con la vida que puedes tener...” Perdió muchas amistades. Los que pensaron que se había vuelto loca por irse a vivir con enfermos de sida; por meter en su casa a esas personas que a otros les hacen cambiar de acera. “Decidí hacer esto porque al bajarme en la estación, de vuelta del tren de Lourdes, vi que muchos dormían esa misma noche en un cartón. No eran niños, ni ancianos, a los que siempre alguien quiere ayudar. No tenían a nadie, iban a morir solos. Monté esta casa para que tuvieran un techo y se sintieran personas dignas. He sufrido mucho, pero lo volvería a hacer porque soy muy creyente y me gusta pensar que cuando me vaya al otro mundo llevaré la maleta llena. He aprendido mucho con ellos. De paciencia, tolerancia, de la gente, de la vida...”.

En tres lustros ha convivido con casi 200 hombres que recogió de la calle

Con la franqueza de un espejo, los rostros de esos 180 hombres a lo largo de tres lustros muestran cómo ha ido cambiando el perfil de la exclusión social en España. Durante muchos años Gloria acogió a esos fantasmas que poblaban Las Barranquillas, el que fue el gran hipermercado de la droga de Madrid, y que un día llamaban a su puerta asustados después de ver morir a un amigo; a hombres que habían crecido en sitios donde veían más droga que juguetes, donde habían sufrido maltratos o abusos sexuales. Al principio, sus compañeros de piso venían de barrios marginales, de lugares en los que nadie había pisado ni pisaría jamás la T-4 del aeropuerto de Barajas en la que Gloria trabajaba cada día.

Luego empezaron a llegar “hijos de familias bien”. Chavales que se fundían sus primeros sueldos en drogas de diseño y coca. A Gloria aún le duele que después de cuidar durante meses a un chico con sida que recogió en la calle sus padres no le dejaran despedirse de él antes de morir. “Les daba vergüenza que el resto de la familia supiera que había estado en una casa de acogida”, recuerda. “Me prohibieron ir al hospital primero, y al entierro después”.

Por su casa también ha pasado un militar que estuvo en Afganistán, un médico extranjero que se quedó en la calle... “Esto empezó siendo una casa para drogodependientes, pero se ha convertido en una casa para gente sin techo. Para gente normal que pierde el trabajo y luego la casa y luego la familia... Ahora tengo a un ingeniero de 63 años, Joaquín. Le echaron con la crisis, le desahuciaron y no tenía a dónde ir”.

Gloria Iglesias, con algunos de sus actuales compañeros de piso en la casa de acogida que creó hace 15 años.Foto: BERNARDO PÉREZ

Luis (nombre falso) no quiere salir en la foto que ilustra este reportaje. Fue uno de los primeros inquilinos de Proyecto Gloria. Estaba enganchado a todas las drogas. Se rehabilitó, rehizo su vida y se marchó. Pero años después ha tenido que volver porque con la crisis perdió un pequeño negocio que había montado con mucho esfuerzo. “No le ha dicho a su familia que vuelve a estar aquí. Le da vergüenza”, explica Gloria.

Joaquín y Luis han sido de los últimos en llegar a la casa. La mayoría de compañeros de piso de Gloria llevan años con ella, pese a haberse rehabilitado. “Unos nos quedamos porque en la vida normal no nos sentimos fuertes. Aquí te sientes seguro porque todos los días se hacen controles de alcoholemia, dos veces por semana de drogas... y porque está ella. También porque muchos están enfermos después de la vida que han llevado”, explica Pedro, que lleva ocho años en la casa.

Mantener su propia ONG le cuesta a Gloria casi 6.000 euros al mes, entre el alquiler de la casa, el sueldo del trabajador social, Rey, y el arrendamiento de los locales donde guardan muebles que recogen para restaurar y vender en un rastrillo. “He perdido muchísimo dinero con esto. No quiero ni pensarlo. La comunidad de Madrid nos daba una subvención, pero con la crisis se acabó y cayeron también las donaciones particulares. Con la crisis, además, todo el mundo se ha puesto a hacer rastrillos y esa competencia nos está matando”. Caja Madrid les regaló una furgoneta. Está llena de abolladuras porque siempre hay alguien cabreado que al ver el logo del banco, les tira una piedra.

Preguntados por dónde se ven dentro de 10 años, la mayoría de los inquilinos de Gloria responden: “Aquí”. Y cuando se les pregunta dónde creen que estarían ahora si ella no se hubiese cruzado en sus vidas, todos contestan lo mismo: “Muerto o en la cárcel”.

Antonio tiene claro que le debe la vida a esta azafata de Iberia. Se lo llevaron a casa desde un albergue para que no muriera solo. Le dijeron que le quedaba una semana de vida. Tenía sida, tuberculosis, pesaba 40 kilos y aún no había cumplido los 35. Pero Gloria se empeñó en sacarlo adelante. Y Antonio, que se había quedado huérfano con cinco años, por no decepcionar a aquella mujer que insistía tanto en que viviera, vivió.

La gratitud se convirtió en esta casa en la más potente herramienta de rehabilitación. Estaban tan desconcertados y agradecidos con aquella desconocida que se había hipotecado hasta las cejas —la segunda casa en la que vivieron la pagó ella con cinco avales de compañeros y amigos— para darles una oportunidad que hicieron lo posible por no defraudarla.

"Si no fuera por ella, ahora estaría muerto o en la cárcel", repiten todos

Por no defraudarla, Antonio, que había estado en casi todas las cárceles de España por robar coches, aceptó el trabajo que Gloria le consiguió como vigilante nocturno en un parking. “Cuando entré en aquel garaje y vi el tablero lleno de llaves de BMW, de Mercedes... salí corriendo detrás de Gloria. ‘No puedo trabajar aquí. ¡Es una tentación!’ Y ella me dijo: ‘Yo confío en ti’. Era la primera persona en mi vida que me decía eso”. Antonio sigue trabajando allí. Tiene un contrato indefinido.

Y por no defraudarla se sacó el graduado escolar. Apenas sabía leer y escribir. Cuando empezó a estudiar, Antonio, portugués, llamaba “las balnearias” a las Baleares. Gloria movilizó a compañeros de Iberia para que le dieran clases. En tres meses, aprobó el examen. “Cuando me dieron el diploma... Eso fue la hostia”.

Fede se bebía “hasta el agua de los floreros”. Lleva 12 años sin tocar el alcohol. Pi empezó a consumir heroína a los 16. Su hermano murió de sobredosis. “No tuve juventud, pero ahora tengo muchas ilusiones. Quiero hacer las cosas que me he perdido”. Carlos dejó la casa en diciembre para casarse con la chica con la que había rehecho su vida después de limpiarse. Gloria fue la madrina de la boda.

Al principio, tenían recaídas. A Gloria le ha tocado ir a buscarles a las tres de la mañana a Las Barranquillas más de una vez. En estos 15 años, le han dado varias anginas de pecho, y aunque en alguna ocasión ha pensado en tirar la toalla, nunca se ha rendido. Sus 180 hijos la han hecho sufrir mucho. Pero también le llevaron una vez a la tuna para que le cantara y la presentaron por sorpresa al premio de voluntaria del año con una carta que entre otras cosas, decía: “Pero ella sigue estrujándonos, aún sabiendo que somos piedras...”. Y lo ganó.

Y ahora alguno de los testimonios de las personas que viven en casa de Gloria

Ella es Gloria Iglesias. Tiene 70 años. Fue azafata de tierra en Iberia y tuvo lo que se llama “una vida normal y corriente” hasta que hizo algo que muchas amistades no entendieron. “Había viajado mucho y hacía mis voluntariados, que siempre me han gustado: con ancianos, niños, prostitutas... Una vez, en el tren de Lourdes, me puse en el vagón en el que nadie quiere ir, el de los sin techo. Estuve conviviendo con ellos cinco días, y cuando volvimos vi que esa misma noche se quedaban en la calle. Porque la gente subía al tren, se bajaba y seguía con su vida. Y empecé a pensar en montar mi propia casa de acogida”. Entonces todavía creía que solo para ayudarles a ellos. “Creé una ONG para intentar que esas personas no murieran solas y ahora son mi familia. Ellos son los que no permitirán que yo muera sola. Ellos son todo lo que dejaré detrás de mí cuando me vaya”.

La historia de Gloria, Fede y Pedro es un tratado sobre la lealtad. El relato de sus peripecias —similares las de ellos, de 54 y 53 años, y muy diferente la de ella— hasta el desenlace común es un ejemplo del poder extraordinario, transformador, de las relaciones humanas cuando se supera el umbral de los prejuicios. Por no defraudar a la primera mujer que los vio cuando ya se habían vuelto invisibles, Fede y Pedro se desintoxicaron, conscientes de que aquella era la última oportunidad tras arrasar con todo lo demás. Y por evitar recaídas, para estar en ese momento en el que los voluntarios ya se han ido a casa y el adicto tiene la tentación de consumir para que vivir deje de doler, Gloria se convirtió en su compañera de piso primero, y en algo muy parecido a una madre después. Pero no fue fácil.

Le costó un año de burocracia y decepciones, sobre todo con la Iglesia —es creyente—, montar la casa y la ONG, Proyecto Gloria, y el rastrillo de muebles con el que se financian. “Nadie quería tenernos de vecinos. Me llegaron a decir que preferían un prostíbulo”. Tuvo que llamar a 36 puertas antes de que le dijeran que sí. Cuando por fin lo logró, decidió que la casa de acogida sería también la suya. “Las adicciones son una guerra sin cuartel hasta que consigues enderezarlos. Me ha tocado ir a buscarlos muchas veces a las cinco de la mañana, verlos drogados, convencerlos... Si te sale es una pasada, pero tienes que estar siempre pendiente”.

Fede admite que ha sido de los más “guerreros”. “Mi madre murió cuando nací. Mi padre, un día antes de que yo cumpliera los 15. Era antinormas. Gloria tuvo que venir a buscarme y castigarme muchas veces. He fregado platos en esa casa para aburrir. Pero todo lo he aprendido de ella: el cariño, la voluntad... Es mi madre, mi amiga, mi hermana. Sigo en la casa porque ella es mi vida”.

Pedro fue todo lo contrario. “No se me olvidará jamás el día que entró”, relata Gloria. “Traía una bolsita en la que solo había un calzoncillo y unos calcetines. Hemos hecho siempre teatro para niños en hospitales y cuando llegó estábamos ensayando. Le dije: ‘Vete mirando porque vas a tener que participar’. De repente se pone a llorar y dice que se marcha, que él no sabe hacer nada. Le dije: ‘¿Abrir y cerrar las cortinas no sabes?’. Al final se quedó. Era muy tímido y fue un regalo, lo mejor que ha entrado por esa puerta. En 18 años no ha dado un positivo. Solo necesitaba una mano a la que agarrarse y cuando se la dieron, no la soltó”.

Pedro le quita importancia a su desintoxicación para dársela toda a Gloria. “No todo el mundo dice: ‘Vente a mi casa’. Si hacen eso por ti tienes que ser agradecido. Ese día decidí que era todo o nada”.

Durante muchos años, Pedro siguió en la casa porque los test de drogas y alcohol, ese “examen diario”, le daba sensación de seguridad y porque si había algún momento de bajón más allá de la jornada laboral, “Gloria siempre estaba”. Ahora, como Fede, sigue allí porque ese es su hogar. “Cuando lo has perdido todo y lo recuperas, no quieres volver a perderlo. Y esto funciona como un espejo: si recibes amor, das amor. A mis padres también los entiendo: él era labriego, mi madre ama de casa, tuvieron muchos hijos, no estaban pendientes... Ahora mi familia es esta”.

Por la casa han pasado 200 personas en 21 años. Gloria no pudo “enderezarlos” a todos. Dos intentaron matarla. Pero al menos tres morirían hoy por ella. Son Pedro, Fede y Antonio, un hombre de 35 años y 40 kilos que le dejaron un día en la puerta “con unas semanas de vida”. De eso hace dos décadas. Gloria se empeñó tanto en que viviera, que Antonio, por no defraudarla, vivió.

“Cuando les acogí nunca pensé que pasaría esto. Mi madre, que ya murió, decía al principio que le iba a dar un infarto por el miedo que pasaba conmigo, pero al final los conoció y creo que lo entendió. Somos una familia como a mí me la enseñaron de pequeña. Con sus navidades, sus cumpleaños, sus peleas, sus visitas al hospital, sus despedidas. Si no hubiera puesto la ONG a lo mejor ahora estaba sola. Pero he tenido la suerte de que sin buscarla, cuando perdí a la de sangre, apareció otra familia”.

Es fácil ponerle la etiqueta a alguien diciendo que es un hdp. También es fácil escoger lo mejor, lo que nos conviene. Gloria fue en el sentido contrario y, como se puede observar en el artículo de El País, obtuvo una experiencia que va en contra de las de la mayoría de las personas que buscan elegir bien y acaban solas. 

Distinguir al hdp, a lo que nos hace daño exige de nosotros perspectiva, discernimiento, análisis... No es una tarea fácil. Siempre hay un relato mayoritario, compartido por muchas personas, personas que las consideras parte de ti y por eso es más difícil sustraerte a su influjo. Ese relato se convierte en un marco de pensamiento del que no nos podemos escapar. 

Inside out: el problema está en tu cabecita

En la película Inside out, de Pixar, nos muestran a una niña que sufre porque sus padres se han mudado de Minnesota a San Francisco. El centro de la película es demostrar que si sabemos como gestionar nuestros afectos, nuestros recuerdos podremos afrontar cualquier situación de manera exitosa. La película me desagradó por ese reduccionismo cientificista de que nuestros problemas son en el fondo problemas de como gestionamos la realidad. Ocultan y desvaloran la posición social y política de la niña: quizás el problema no sea como ella gestiona afectos y sus recuerdos y el problema sea la sociedad americana que prima la codicia por encima de otros valores. Si los padres tenían una casa y una vida en Minessotta ¿Para qué se mudan a San Francisco? si, para tener más dinero. Eso es aceptable y no se cuestiona. Quizás es eso mismo lo que tenemos que cuestionarnos. De repente no es la cabecita lo que está mal, lo que está mal es la sociedad en la que vives que cambia soledad y desarraigo por tener más dinero
Si alguien lo ha estudiado, esos estudios no han trascendido. ¿Cuál es el coste para la sociedad Estadounidense de la soledad, el desarraigo, la falta de transmisión de saberes entre generaciones? Nadie lo sabe porque todos están intentando pasar el listón psicológico que divide a los ganadores de los perdedores: cuanto dinero haces al año. Por hacer dinero se empobrecen como personas y como sociedad. 

Sin embargo, en esta película, como en muchas otras, no dejan a la niña protagonista identificar el problema y resolverlo ¿Cómo? regresando a casa. Esa posibilidad no se contempla. La estación de autobuses es cutre y da sensación de peligro. Ella vuelve a casa, acepta lo que no quiere aceptar y te lo presentan como un final feliz. En 2018 leí esta entrevista al psicólogo Ramón Nogueras. Fue la primera vez que leí algo como "Ud no necesita un psicólogo, necesita un sindicato" Somos seres sociales, necesitamos unirnos, identificar problemas comunes y luchar para cambiarlos. 

Flores de altura

Yo era un niño que amaba andar solo por el monte. De mayor amo estar en medio del páramo andino a 4000 m de altura viendo flores de altura.

En el Parque Nacional del Cajas, delante de una planta de Chuquiragua, la flor del andinista, a media hora de la ciudad de Cuenca. Ecuador

Es emocionante porque es aquí en el Ecuador que se puede ver vegetación a alturas tan elevadas. A medida que vamos hacia el norte, o hacia el sur, alejándonos de la línea del Ecuador, la línea de la vegetación cada vez crece a menos altitud. Es lo que se llama el límite del bosque. A partir de cierta altitud no hay vegetación por varios motivos: humedad, frío, altitud, presión del aire... Aquí en el Ecuador tienes que subir a 5000 m para dejar de ver vegetación y solo ver la roca desnuda.

Polylepis o árbol de papel, por la forma de su corteza que se deshoja en papeles, lo cual le protege del frío del páramo andino. 

Xenophyllum roseum (Hieron.)  V. A. Funk






Liquen

Gentianella hirculus  (Griseb.)  Fabris;  N.v.: “Globito”, “sarashima”. Fuente

Los nombres de estas flores y plantas se pueden ver en esta Guía de las plantas del Parque Nacional del Cajas. Pasé un buen momento sacándole fotos con el macro de mi teléfono y pensando en compartirlas contigo. Lo único que puedo decir es que son mucho más pequeñas que las flores normales, pero cumplen de igual de bien su cometido a la hora de mezclar los genes de la especie para que la descendencia tenga la posibilidad de ser seleccionada a esas condiciones climáticas tan duras.
Se es naturalista cuando se ama a la naturaleza


miércoles, 18 de agosto de 2021

Ginkgo biloba: de las algas a los árboles

El ginkgo es un árbol único. Es tan único que en la clasificación botánica está solito, con su propia clasificación: Reino: Plantae; División: Ginkgophyta; Clase: Ginkgoopsida; Subclase: Ginkgoidae; Orden: Ginkgoales; Familia: Ginkgoaceae; Género: Ginkgo y por último especie: Ginkgo biloba

Es la rareza de este árbol el que hizo que los monjes taoistas lo rescatasen de una extinción segura para cultivarlos en sus templos. En el templo budista de Gu Guanyin en las montañas Zhongnan de la provincia china de Shaanxi existe un ginkgo de 1400 años de antiguedad y 40 metros de alto. 

A los monjes le llamaba la atención que fuese un árbol que no paraba de crecer, que era dioico, es decir, que tenía árboles macho y árboles hembra. Una característica que aparece en las especies antiguas, aquellas que llevan mucho tiempo en nuestro planeta. Y esa es otra particularidad de este árbol que ya existía cuando los dinosaurios. 

Esta especie apareció sobre la faz de la Tierra cuando los árboles estaban desarrollando sus tallos para acceder a la luz del sol y tener una ventaja frente a especies no arbóreas. ¿Por qué este tipo de árboles han desaparecido? la razón es su sistema reproductivo que es menos eficiente a la hora de dejar descendencia que el que usan otro tipo de especies más evolucionadas. El ginkgo macho produce un polen con un flagelo, lo mismo que las algas. El flagelo no sirve para nada porque el polen se disemina por el aire no por el agua. Es una característica relicta, de cuando un ante ante antepasado de los ginkgos era acuático. Las hembras producen un óvulo carnoso, independientemente de si son fecundadas o no. 

Esa es una desventaja frente a los árboles procedentes de las plantas modernas en las que se produce la semilla SOLO cuando el óvulo es fecundado. Si hay un árbol femenino de Ginkgo biloba y no hay uno macho cerca, el árbol femenino producirá cientos de óvulos carnosos que serán infértiles. Un gasto de energía innecesario. 

Las hojas del ginkgo son como un abanico porque carecen de un eje central como las hojas más modernas. Los nervios se dividen dicotómicamente como también lo hacen la mayoría de las algas. Otra característica relicta.

Como otras especies relictas, el ginkgo tiene un genoma inmenso, tres veces más grande que el de los humanos. Quizás por eso es una especie tan resistente a la radiación. En Hiroshima, después de la explosión de la bomba atómica, los ginkgos fueron los únicos árboles que soportaron la tremenda radiación.

Este árbol nos cuenta una historia, por eso lo conservamos en nuestros parques. Para mi, lo interesante es que nos cuenta cómo ha sido la evolución desde las algas a las árboles. ¿Qué historia te cuenta a ti?

Referencias:

Ginkgo biloba

miércoles, 4 de agosto de 2021

La Nueva Psiquiatría: aprendiendo a manejar el problema psiquiátrico de otra manera

Javier Álvarez, creador de la Nueva Psiquiatría

Javier Álvarez, a quien no conocía, ha creado una propuesta para una nueva psiquiatría centrada en el paciente y no en los síntomas. Una idea básica, pero precisamente por eso radical. Radical en el sentido de raíz, de proponer soluciones desde la idea base: importan las personas no los síntomas. En esta entrevista plantea de manera divulgativa sus ideas. Merece la pena leerla. De repente me acordé de Xurxo Ayán, un arqueólogo que conozco que también propone algo similar: que la arqueología no se haga como un método para expropiar a las comunidades de su patrimonio en beneficio de los grandes museos de las capitales. Son las comunidades las que tienen que involucrarse en el proceso de crear memoria histórica. 

Me ha encantado cuando Javier Álvarez en la entrevista dice: "en los grupos de Nueva Psiquiatría, en los que la gente se reúne cada semana y a fuerza de adquirir conocimientos sobre su propio proceso, van aprendiendo a manejar su problema psiquiátrico de otra manera, van recuperando un poder que habían perdido (este estaba todo en manos del psiquiatra) y estamos viendo que las personas consiguen salir de este círculo vicioso".


Muchas de sus ideas son tan obvias que hasta te sonrojas por no haber podido llegar a su conclusión por ti mismo. Ya intuíamos que lo del TDAH en niños era una milonga. Me invento un síndrome, el psicólogo te lo diagnostica, la farmacéutica de da la pastilla. Todos ganan menos tu mismo que pasas de sano a enfermo crónico. Los africanos, en uno de sus cuentos tradicionales, nos hablan de que hace falta una aldea para educar a un niño. Pues de esto trata la Nueva Psiquiatría, de integrar a familia y amigos en el proceso, a otras personas que también están pasando por lo mismo.

Con el parto también se ha llegado a la misma conclusión: se eliminaron a las parteras porque rivalizaban con los médicos, se cambiaron las prácticas tradicionales de parto por el parto en camilla con las piernas alzadas porque era más cómodo para los médicos que atendían el parto... La nueva obstetricia busca poner al bebe y a la madre en el centro del proceso.

ANECDOTA: mi madre dio a luz a mis hermanas mayores en casa. Yo, que soy un hijo de la modernidad, tuve el "privilegio" de nacer en el pasillo de un hospital de Vigo, con nombre franquista, básicamente porque no había quirófanos. Nací en un atasco vigués. 

lunes, 2 de agosto de 2021

Dos hojas que no pueden morir

 La Welwitschia es una planta que puede llegar a vivir entre 2.000 y 3.000 años. Habita en el desierto más antiguo del mundo: el desierto de Namib situado entre Angola y Namibia. Los africanos le llaman "tweeblaarkanniedood", que significa "dos hojas que no pueden morir".


Uno de los mejores nombres de la historia, junto al matasuegras. Y lo mismo que el matasuegras las hojas de esta planta crecen en la zona del tallo (meristemo) y cuando le va mal, la punta se va marchitando y alimentando a las células más próximas al tallo. Crezco, me encojo. Según la conveniencia
El origen de esta planta tiene que ver con el mismo desierto del Namib. Empezó a ser cada vez más y más seco. Un antepasado de la Welwitschia sufrió una duplicación de sus cromosomas. Esto lo hacen a veces las plantas. No es ni mucho menos exclusivo de esta especie. Para nada. Al tener una copia de cada uno de sus genes, lo que suele ocurrir es que uno de ellos mantiene la función que solía tener y el otro, si muta, poco a poco va dedicándose a otros menesteres. De esta manera, con el doble de genes a esta planta parece que le fue regular, porque el desierto del Namib es un desierto extremo, lo suficiente para crecer cuando había lluvias y autoconsumirse cuando no había ni humedad atmosférica. Un año, otro año, un siglo, dos siglos, un milenio, dos y hasta tres milenios. Un ser vivo que se niega a morir. Su estrategia es resistir hasta un año de bonanza que le permita dedicar un extra de energía a las labores de la reproducción.

Cuando la he visto en los jardines botánicos me imagino su perplejidad. Su estrategia de vive lento y vive para siempre debe de ser extraña rodeada de otras plantas más convencionales. Plantas que cifran toda su existencia a dejar el mayor número de descendencia posible. En el caso de las dos hojas eternas, dejar descendencia es menos importante que resistir en un ambiente duro, pero previsible: hoy calor, mañana igual, y dentro de cien años posiblemente lo mismo.

Los africanos, posiblemente hotentotes o bosquimanos deben de haberse dado cuenta de esta estrategia extraña, de ahí su nombre. Si hay una planta capaz de vivir 3000 años quiere decir que por lo pronto, la vida no descarta el vivir una vida para siempre. Estamos programados para la vida, lo que ocurre es que como especies debemos de reproducirnos para crear versiones distintas a nosotros y necesitamos morirnos para dejarles espacio
Los bosquimanos han debido de crear algún mito acerca de esta planta y su negativa a morirse. Lo que se es que la llaman "otzhi tumbo", un gran maestro. Un pueblo sabio los bosquimanos. Este libro está en mi biblioteca "El corazón del cazador" un libro escrito por un afrikaner que amaba a los bosquimanos. Pueblos que le dedican solo dos horas al día a procurar su sustento. El resto del tiempo es para escuchar y contar historias. La filosofía necesita una cabeza tranquila, libertad, tiempo, capacidad dialéctica y capacidad de escucha. Los bosquimanos son un pueblo capacitado para la sabiduría. 

Aunque en las fotografías parece que tiene varias hojas en realidad tiene solo dos. A simple vista la planta puede parecer que tiene muchas hojas, con el tiempo, pueden romperse en cinturones estrechos y crear el efecto engañoso de que hay muchas hojas en la planta. Crecen de 8 a 15 cm por año. Tienen un tronco de hasta un metro de diámetro que crece hacia abajo, pero no para captar agua porque apenas llueve en el desierto, 25 mm al año. La mayor parte de la humedad que necesita la capta del vapor de agua que llega del desierto y que se condensa por las noches. La atrapa mediante los numerosos estomas que tiene en las hojas. 

Como el Gingo biloba, esta planta no tiene especies próximas. El orden Velvicia incluye solo una familia y un género, que está representado por una sola especie: Welwitschia mirabilis. Es una planta dioica, es decir, hay plantas macho y hembras. Las semillas son aladas para favorecer su dispersión por el desierto en el que los vientos son frecuentes. La polinización también es por el viento. Viento para reproducirse, viento que trae el aire húmedo de la costa. Por eso no se encuentran estas plantas más alla de 100 km desde la orilla del mar.
  

¿Por qué me fascina esta planta? Podría decir por que es única, pero no sería verdad. No puedo decir qué me fascina porque no tengo tiempo para hablar de ella alrededor de un fuego en medio del desierto, como haría un bosquimano. No puedo plantear la pregunta para que alguien de mi familia o de mi clan responda, o al menos me escuche detenidamente, porque nadie escucha. El señor Zuckerberg nos ha robado la atención. Hemos perdido el crepitar del fuego por las pantallas retroiluminadas. Que las hojas de la Welwitschia sean el matasuegras con el que los espíritus de los bosquimanos agiten nuestras conciencias.

Lo que me fascina es pensar que de todas las plantas que hay solo ella haya optado por esta estrategia de supervivencia. Cuando uno triunfa de manera insospechada es porque ha resuelto un problema que nadie ha hecho de una manera nueva. 

Normalmente vemos que estamos emparentados con especies próximas. En el caso de los humanos con nuestros más próximos parientes: los chimpancés, bonobos, gorilas, gibones, orangutanes. 

Cuando un organismo no tiene especies similares lo que nos dice es de un viaje en solitario. La revista Nature ha publicado el porqué de este viaje en solitario.