Recientemente, una investigación liderada por Svante Paabo, el reciente premio Nobel de medicina, ha secuenciado ADN extraído de los huesos de 13 individuos hallados en dos cuevas de Siberia. Dos de ellos eran un padre y su hija adolescente. Al menos otros dos eran sus parientes, un niño pequeño y una mujer adulta que pudieron ser el primo y la abuela.
Lo que hace años eran unos simples huesos, ahora es una historia que pide ser contada. Se trata de un pequeño grupo de cazadores recolectores. Como también ocurre hoy en día, esos grupos tan aislados tienen problemas de endogamia. Suponemos que realizarían festivales para intercambiar esposas, crear lazos familiares con otros grupos y alianzas de no agresión.
El estudio muestra que el genoma mitocondrial que pasa de madres a hijos era mucho más variado que el del cromosoma Y que legan los padres. Esto confirma que en las sociedades neandertales las mujeres dejaban sus familias para ir a vivir a otros sitios y engendrar hijos mientras los hombres se quedaban en su mismo clan. Se trata de una práctica habitual en muchas sociedades de cazadores y recolectores actuales que evita las enfermedades y esterilidad asociada a la endogamia.
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