El senecticidio revela una red de reciprocidad durísima
En Cerdeña existía un pueblo anterior a los romanos: los sardos. Este pueblo practicaba cierto tipo de eutanasia en el que los hijos llevaban a los padres muy viejos a los montes para sacrificarlos entre fiestas y grandes risas. Las risas eran provocadas por una planta que ingerían durante la ceremonia. Esta planta fue identificada en 2009 como el nabo del diablo, Oenanthe crocata. También conocida como "hierba sardónica" posee un veneno neurotóxico que provoca espasmos musculares. Actualmente, en medicina, se conoce la risa sardónica como aquellos espasmos faciales que pueden confundirse con una mueca de alegría.
La balada de Narayama es una obra de teatro llevada al cine. Primero por Kinoshita en 1958 "Narayama bushi kō" y después por Shohei Imamura en 1983, ganando con esta cinta el Festival de Cannes. La protagonista es la vieja Orín quien tras cumplir 70 años pide descansar como manda la tradición en el pacífico paraíso que representa el Monte. Su actitud choca con la de su septuagenario vecino, que por nada del mundo quiere que lo lleven a morir al monte de la muerte. En Narayama, la tierra fértil es limitada por lo que para que nazca un niño debe de morir un viejo. Aquellos que no guardan esta ley son enterrados vivos.
Matar a los padres, lo mismo que a los recien nacidos, son prácticas que han existido durante la historia humana. No es casualidad que en ambos ejemplos, la escasez de tierra es un elemento común en ambas culturas ya que tanto sardos como aldeanos japoneses vivían en una isla y una aldea montañosa en Japón con poco tierra cultivable respectivamente. ¿Qué nos dice esta situación? que cuando el espacio es limitado, el control de algo tan exponencial como la natalidad se vuelve una necesidad perentoria.
Matar a los padres es algo sorprendente y que provoca repulsión. En la película "La balada de Narayama" podemos ver como la vieja Orín cree fervientemente que asesinar a su nuera o coaccionar a su hijo para que la lleve a morir sola a la montaña de la muerte es lo correcto y que sus dioses se verán complacidos con su proceder. Su comportamiento tiene, en la moral que se desprende de los valores compartidos por los aldeanos, el visto bueno de los dioses y su ferreo cumplimiento se traduce en el equilibrio social y cierta estabilidad alimentaria.
Hay un elemento que pasa desapercibido en la mayoría de las críticas a esta película que he visto y es cómo se crea una sociedad basada en la reciprocidad y en el cumplimiento tácito de unas leyes no escritas. Tanto es así que los aldeanos se reunen para decidir acabar con una familia entera, que no cumplía las leyes de moderar fertilidad, y lo llevan a cabo sin ningún tipo de disidencia o conflicto interno. No hay un alcalde, un rey, una élite. Todos saben qué es lo que hay que hacer y cuál es el castigo de no seguir esta ley.
El predominio de un grupo sobre el resto tiene que ver con un acto de fuerza fundacional, una guerra en la que unos fueron los ganadores y los demás los vencidos. Es así como se crean las castas aristocráticas en Europa: todas las dinastías aristocrática tienen su origen en las invasiones germánicas del moribundo Imperio Romano.
En los EEUU el conflicto racial está presente y latente. En la película basada en la novela "Matar a un ruiseñor" de Harper Lee, la palabra de una mujer blanca tiene el poder de matar a un hombre negro inocente. No hay leyes que lo defiendan. Si las leyes no son capaces de hacer justicia es igual, la turba enfurecidad arrancará las puertas a la cárcel y matará al hombre señalado por esa mujer. Los privilegios tienen que mantenerse siempre y sin ningún tipo de dilación. Lo mismo ocurrió en la Guerra Civil Española. Qué una campesina se negase a ceder su puesto a una señorita en la fila de la fuente fue una afrenta que en el fragor de la guerra se saldó con la violación y muerte de la "impertinente". Lo mismo ocurre en el Ecuador con la figura del "indio alzado".
El pícaro sube y sube hasta que se encuentra con el muro de la reciprocidad
Una característica de la novela picaresca, tanto la española, con ejemplos como "El lazarillo de Tormes" o "El Buscón" de Quevedo (ojo, el escritor no el cantante), así como el "Barry Lyndon" de Thackerey o "Yo que serví al Rey de Inglaterra" de Bohumil Hrabal, es que sus protagonistas, ambiciosos, sin escrúpulos, astutos y con una habilidad innata para mimetizarse con su medio... van subiendo en la escala social hasta que llega un punto que no pueden franquear. Es como si el medio en el que quieren triunfar pudiese, por fin, detectar al intruso, al advenedizo y cerrar filas para evitar que forme parte de ellos.
El clasismo es palpable en ciudades de provincias españolas. Las élites locales son conscientes de que la economía es la que es y si hay doscientas familias en el gotha de la ciudad y cada una de esas familias tiene más de dos hijos hay alguien que se va a quedar fuera de ese círculo. Una de las citas más famosas de Thomas Malthus dice: "Un hombre que nace en un mundo ya ocupado, si sus padres no pueden alimentarlo y si la sociedad no necesita su trabajo, no tiene ningún derecho a reclamar ni la más pequeña porción de alimento (de hecho, ese hombre sobra). En el gran banquete de la Naturaleza no se le ha reservado ningún cubierto. La naturaleza le ordena irse y no tarda mucho en cumplir su amenaza".
Para comprender cómo funcionan las camarillas clasistas haré una entrada sobre la película del director español Jose Luis Berlanga "La escopeta nacional" en donde el muro de reciprocidad se describe a la perfección.
Para pertenecer al gotha tienes que casarte con miembros del gotha, generar vínculos de confianza basados en el famoso "banco de favores", estar dentro de un sistema clientelar... Y esto para la burguesía, para las élites. Para los pobres, para los dominados... la pertenencia a estos grupos también se rige por reglas ferreas de reciprocidad. James S. Scott en su libro "Los dominados y el arte de la resistencia" ya describió como también en los grupos de dominados existe unas reglas de reciprocidad que si no se cumplen el infractor es excluído del grupo. Ya le he dedicado previamente una entrada a James S. Scott en relación al mestizaje, la memoria y la selección de grupo.
Lo interesante de las peripecias que se narran en la novelas picarescas es ver como el protagonista, con astucia, es capaz de sortear las reglas sociales y de hacer que esas reglas funcionen a su favor. Toda ascensión tiene un límite. El límite puede ser incluso la lealtad consigo mismo como le ocurre al protagonista de la novela de Stendhal "Rojo y negro". El personaje que se fragua el trepa para poder subir socialmente va poco a poco comiendo su individualidad. El esfuerzo, por construir esa máscara que hace que la sociedad lo vaya aupando a puestos de mayor prestigio social, arrincona aquello que él interpreta como puro, personal e intransferible que es el amor que le profesa una mujer casada, la que es madre de unos niños que le fueron encomendados, al principio de su vida laboral, como joven preceptor. El protagonista, cuando se entera que su amor ya no es correspondido, regresa a donde vive esta señora y la mata.
A pesar de que "Rojo y negro" es una obra maestra, la trama en si es bastante básica. Lo que hace a esta novela una genialidad es la calidad literaria y la profundidad de las descripciones con las que Stendhal va cocinando su obra. El autor parece advertirnos de que el éxito conlleva troquelarnos tantísimo con aquella máscara que nosotros debermos de portar que acaba por convertirnos en una persona que no somos. Orson Welles vio esta contradicción y la plasmó en la vida de éxito empresarial y de fracaso personal del magnate de la prensa Hearst en su "Ciudadano Kane".
El escritor y pensador aleman, Ernest Jünger, combatiente en las dos Guerras Mundiales, era un conservador y patriota alemán pero en ningún caso era un nazi, aunque participase como oficial del ejercito nazi en la Segunda Guerra Mundial haciendo cosas de nazi. Hay quien sostiene que si, que si vistes de nazi y haces cosas nazis eres un nazi, pero Jünger sostenía que no, que él era lo que vino a denominar un "emboscado" es decir, una persona que, ante una situación como la de pertenecer a una sociedad coercitiva o verse expulsado de ésta decide pertenecer y aceptar el coste, aunque, en su fuero interno es consciente de que él es un individuo independiente y crítico con el sistema en el que se halla inmerso.
"La balada de Narayama" como reflexión de qué hacer frente al muro de la reciprocidad
Existen dos personajes viejos, Orín, de la que ya hemos hablado y su vecino. El vecino, que no se cree mucho lo de los dioses, para nada quiere que su hijo lo lleve a morir solo al Monte de los Muertos. Su hijo lo maltrata porque lo considera una carga inservible que lo único que hace es generar hambre en su hogar. Frente a la obediencia de la norma tenemos un caso de aceptación de la norma y otro de deacato de la norma. Además, esto genera un impacto a los hijos. Mientras que el hijo de Orín no quiere llevar a su madre a la Montaña, el hijo del vecino está desesperado por llevar a su padre de una vez por todas. En el caso del hijo de Orín hay un precedente en la línea de tiempo. El padre del hijo rehusó llevar a la madre a la Montaña de la Muerte y por ese motivo fue desterrado de la aldea. El hijo de Orín le guarda rencor por no haber estado a su lado. Cuando finalmente lleva a Orín a morir a la montaña, el hijo observa un árbol que se mueve, alrededor todo está en calma. Es claramente el alma de su padre que busca en el hijo la redención de su falta. El hijo busca su escopeta y le dispara. El árbol deja de agitarse. El alma de su padre alcanza con esa muerte ritual el descanso eterno. El gesto del hijo, un gesto correcto con los dioses y con la ley de reciprocidad de la aldea, libera al padre de la falta cometida.
Entender la competición es sencillo, lo mismo el funcionamiento de las organizaciones y las sociedades coercitivas. El parasitismo estamos empezando a comprenderlo aunque se nos resiste. Las relaciones recíprocas son más difíciles de entender. Lo igualitario, el respeto por la diferencia y por las leyes basadas en la racionalidad... son valores que, desde la Revolución Francesa, se aceptan como deseables para el arbitrio de una sociedad justa. Recientemente se ha publicado en Nature un artículo escrito por epidemiólogos que correlacionan sociedades más justas e igualitarias con mayor respeto por la naturaleza y el equilibrio ecológico. Que un tipo de interacción basado en la reciprocidad tenga beneficios evidentes no quiere decir que no tenga un coste elevado. La balada de Narayama nos lo expone claramente. Con estas palabras he querido poner de relieve cómo el tipo de interacción condiciona lo que somos y cómo resolvemos nuestros conflictos con la línea de tiempo. Es decir, el senecticidio no solo puede ser real y físico, como llevar a tu progenitor o progenitora a la Montaña de la Muerte, sino también en sentido figurado, como ya intuyó Sigmund Freud con su concento de "matar al padre".
Para saber más:
El efecto de los rayos gamma sobre las margaritas. En esta entrada hablo del efecto que supone condenar deliveradamente al olvido. Rescato la frase de "El gatopardo": "los ojos de vidrio la miraron con la humilde expresión de reproche de las cosas que se descartan, que se quieren anular"